Esta conexión con el arte fue el punto de partida para una carrera en interiorismo, donde pude combinar mi pasión por
la estética con una formación profesional que me permitió desarrollar mi propio estilo y perspectiva sobre el diseño
de espacios.
Sin embargo, aunque mi carrera me ha llevado por caminos relacionados con el diseño, siempre he encontrado en el
arte mi verdadera forma de expresión. Desde joven,
me interesé por el collage, un medio que me ha permitido experimentar con la composición y el contraste de formas, colores y texturas. En mis primeros años, mi pasión por el collage era completamente analógica. Recortaba, pegaba, y ensamblaba imágenes y materiales, creando composiciones visuales que reflejaban mis pensamientos y emociones. 
Con el tiempo, y especialmente tras mi jubilación, comencé
a explorar el collage digital, una evolución natural que
me permitió experimentar con nuevas herramientas y métodos. Esta transición me abrió un mundo de posibilidades, pero siempre conservando la esencia de la técnica original:
la de juntar diferentes elementos para crear algo nuevo y único. 
El Dadaísmo ha sido una de mis principales influencias artísticas. Los principios de este movimiento, que
cuestionan las normas establecidas y celebran la libertad creativa, han sido una fuente constante de inspiración en
mi trabajo. A través de mis collages, me gusta desafiar las convenciones, jugar con lo inesperado y lo surrealista, buscando siempre transmitir una reflexión o una sensación
en quien los observe. 
Además de ser una forma de expresión, el arte tiene para
mí un valor terapéutico. El proceso de crear me resulta profundamente sanador y, aunque mis obras son una ventana
a mi mundo interior, también espero que quienes las vean encuentren en ellas algo que los conecte con su propia creatividad y emociones. Para mí, el collage es mucho más
que una técnica: es una forma de reinventarme, de explorar nuevas formas de ver el mundo y de compartirlo con los demás.